Corina Briceño 

El foodie disfruta del placer de comer y beber, la mayoría tiene un radar capaz de explorar el campo gastronómico donde sea que se encuentre, visita no solo los restaurantes más prestigiosos, sino también esos pequeños rincones que esconden grandes experiencias culinarias. Es curioso, arriesgado, inquieto, está atento a las nuevas propuestas que hay en la ciudad, tiene una cuenta en Instagram (esto no puede faltar) y comparte recomendaciones con sus amigos. No son profesionales de la gastronomía, tampoco especialistas o críticos con un elevado criterio para juzgar dónde se come bien o mal. Son aventureros, con un estilo amateur, y les gusta contar experiencias sabrosas, con la intención de manifestar su más sincero amor por la comida. Algunos se animan a meter las manos en la masa, cocinan en casa o para los amigos, inventan recetas, pero no se convierten en chefs a cargo de un reconocido restaurante, aunque siempre hay excepciones.En mi caso, considero que tengo un papá y tuve un abuelo foodies, con la diferencia de que ellos aprendieron a cocinar, mientras yo sigo intentándolo. Por allí se coló un gen amante de la comida, deseoso de probar nuevos sabores y apreciar cada plato de principio a fin, bien sea en un bonito restaurante o en uno que guarde más tradición y menos elegancia. Atesoro las recetas con sabor a casa, aunque nunca me quedan igual a falta de ese ingrediente llamado “cariño”, así creció mi amor por la comida. Hoy lo comparto en este sitio web que inauguro con el nombre de “La Guía del Foodie”.